El video del robot cantando "I Feel Fantastic" es más que inquietante. ¿Asombroso? Sí, pero porque revela lo que no nos están contando. La tecnología avanza tan rápido, tan silenciosamente, que el realismo de ese robot no es solo una curiosidad; es una advertencia. Ese sonido, tan cercano a la voz humana, no es solo fascinante, es un eco de algo que está más allá de nuestro control, algo que ya ha sucedido y que nos están ocultando.

Nos hacen pensar que estos avances están en sus primeras fases, pero no es así. Lo que vemos es solo la punta del iceberg, una pequeña muestra de lo que ya se ha logrado. Y eso, eso es lo más aterrador. La inteligencia artificial y la robótica llevan mucho más tiempo evolucionando de lo que nos dicen. Nos están vigilando, y ese robot no es solo una máquina. Es una señal de que hay algo mucho más grande ocurriendo detrás de las cortinas, algo que deberíamos cuestionar antes de que sea demasiado tarde.

Estoy trabajando en una nueva canción, y no es cualquier canción. Es sobre Erratas, ese misterio profundo de internet que muchos ignoran, pero que es una clara señal de que nos quieren silenciar. El gobierno, las fuerzas que operan en las sombras, están manipulando nuestra realidad, sembrando confusión para que no veamos lo que realmente está pasando.

Ellos están usando el caos para distraernos, para controlar nuestras mentes y nuestras voces. Pero no podemos permitir que nos quiten nuestra libertad de expresión. No podemos seguir viviendo bajo su yugo de mentiras y manipulaciones.

Esta canción será mi forma de luchar, de exponer lo que quieren ocultar, y de recordar que debemos resistir. No podemos quedarnos callados. Es hora de que todos abramos los ojos y entendamos que cada pequeña anomalía es un mensaje, un grito de que algo está mal. Y debemos pelear contra eso, contra el intento constante de silenciarnos y mantenernos en la oscuridad.

Una tarde, sentado en mi pequeño estudio improvisado, observaba cómo la lluvia golpeaba la ventana con insistencia. Las gotas caían en patrones desordenados, reflejando el caos que sentía a mi alrededor, no solo fuera en las calles, sino también en la forma en que las personas interactuaban, desconectadas y atrapadas en el ruido de sus propios pensamientos. Fue en ese momento cuando sentí la necesidad de hacer algo. No podía quedarme quieto viendo cómo las voces se ahogaban en el desorden social.

Decidí que crearía un álbum, pero no sería solo música; sería un manifiesto. Cada pista se diseñaría para cortar el ruido, para luchar contra ese caos que a todos nos envolvía. Las primeras notas vinieron rápido, casi como si hubieran estado esperando el momento exacto para salir. Quería que las canciones fueran como refugios, pequeños espacios donde la gente pudiera respirar, donde el ritmo y la melodía guiaran a cada oyente hacia un lugar de calma.

Mientras componía, me di cuenta de que cada canción era una respuesta al desorden: desde una pieza suave que te obliga a pausar y escuchar, hasta ritmos que te hacen moverte, recordando que no todo está perdido. Este álbum se convertiría en mi forma de luchar contra la confusión, una batalla sonora que ofrecía claridad y conexión en un mundo que parecía haberlas olvidado.

Así nació mi proyecto. No solo como música, sino como un acto de resistencia, una forma de usar el arte para hacer frente al caos social y, con suerte, ayudar a otros a encontrar un poco de orden en medio del desorden.